martes, marzo 19, 2013

Degustar los Disgustos con Mucho Gusto



Foto de archivo de la visita del padre Melloni al Rincón del Silencio

DEGUSTAR LOS DISGUSTOS CON MUCHO GUSTO

    La primera vez que escuché esta frase a Peter no me gusto nada, Fue en el inicio de una convivencia en Arbucias hace años. El ultimo día, no se porque lo vi de muy diferente manera y paso a ser una de las frases favoritas. Ante dificultades, problemas, disgustos, etc. no es suficiente con la resignación y aceptación cristiana, que siempre nos habían enseñado,  sino que debemos degustarlo y saborearlo para que no nos afecten.
    Aunque creo que muchas de estas afirmaciones hay que entenderlas mas por intuición que por razonamiento, paso a transcribir un  fragmento de un libro del Padre Melloni, titulado “Hacia un tiempo de síntesis”, que puede ayudarnos a no solo aceptar, también degustar los disgustos con mucho gusto.
     En las páginas 80 y 81 el Padre Melloni, que ha estado en el Rincón del Silencio, nos dice: “La cultura occidental esta construida sobre un instinto de insatisfacción que nos lleva a la continua transformación del entorno. La aversión al sufrimiento y la muerte ha sido el impulso para ganar terreno a las fuerzas de la naturaleza que nos amenazan. Tanto en forma de enfermedades como de cataclismos, De ahí han nacido la técnica y la ciencia moderna, que han cambiado la faz de la tierra.”
      “Este afán de cambiar las cosas es una de las características de Occidente y expresa nuestro amor por la vida y nuestro instinto de superación. Pero esta actitud puede esconder una trampa, la no aceptación del dolor y la muerte, que forman parte de nuestra condición humana.”
       ”Oriente muestra otra actitud ante la adversidad. La aceptación no es resignación. La resignación no aporta sabiduría sino sumisión. La aceptación, en cambio, implica reconciliación con la adversidad y libertad para no aferrarse a las situaciones, lo que permite una perspectiva más amplia ante la vida.”

Joaquín Nogueras
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Hoy, celebra la Iglesia la solemnidad de San José, el esposo de María. Es como un paréntesis alegre dentro de la austeridad de la Cuaresma
Aprovecho para felicitar a todos los que os llamáis José,  Josefina, Pepes y Pepitas… y también felicito a todos los que tengáis a este Santo como patrón, como lo es de nuestro grupo: Taoismo-cristianismo.

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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mensaje telefónico del Papa enviado a los reunidos
en la Plaza de Mayo de Buenos Aires

"Queridos hijos, sé que están en la plaza. Sé que están rezando y
haciendo oraciones, las necesito mucho. Es tan lindo rezar.
Gracias por eso.
Les quiero pedir un favor. Les quiero pedir que caminemos
juntos todos, cuidemos los unos a los otros, cuídense entre
ustedes, no se hagan daño, cuídense, cuídense la vida. Cuiden
la familia, cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los
viejos; que no haya odio, que no haya pelea, dejen de lado la
envidia, no le saquen el cuero a nadie. Dialoguen, que entre
ustedes se viva el deseo de cuidarse.
Que vaya creciendo el corazón y acérquense a Dios. Dios es
bueno, siempre perdona, comprende, no le tengan miedo; es
Padre, acérquense a Él, Que la Virgen los bendiga mucho, no se
olviden de este obispo que está lejos pero les quiere mucho.
Recen por mí".

Anónimo dijo...

ANTE EL CRUCIFICADO

Detenido por las fuerzas de seguridad del Templo, Jesús no tiene ya duda alguna: el Padre no ha escuchado sus deseos de seguir viviendo; sus discípulos huyen buscando su propia seguridad. Está solo. Sus proyectos se desvanecen. Le espera la ejecución.
El silencio de Jesús durante sus últimas horas es sobrecogedor. Sin embargo, los evangelistas han recogido algunas palabras suyas en la cruz. Son muy breves, pero a las primeras generaciones cristianas les ayudaban a recordar con amor y agradecimiento a Jesús crucificado.
Lucas ha recogido las que dice mientras está siendo crucificado. Entre estremecimientos y gritos de dolor, logra pronunciar unas palabras que descubren lo que hay en su corazón: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Así es Jesús. Ha pedido a los suyos "amar a sus enemigos" y "rogar por sus perseguidores". Ahora es él mismo quien muere perdonando. Convierte su crucifixión en perdón.
Esta petición al Padre por los que lo están crucificando es, ante todo, un gesto sublime de compasión y de confianza en el perdón insondable de Dios. Esta es la gran herencia de Jesús a la Humanidad: No desconfiéis nunca de Dios. Su misericordia no tiene fin.
Marcos recoge un grito dramático del crucificado: "¡Dios mío. Dios mío! ¿por qué me has abandonado?". Estas palabras pronunciadas en medio de la soledad y el abandono más total, son de una sinceridad abrumadora. Jesús siente que su Padre querido lo está abandonando. ¿Por qué? Jesús se queja de su silencio. ¿Dónde está? ¿Por qué se calla?
Este grito de Jesús, identificado con todas las víctimas de la historia, pidiendo a Dios alguna explicación a tanta injusticia, abandono y sufrimiento, queda en labios del crucificado reclamando una respuesta de Dios más allá de la muerte: Dios nuestro, ¿por qué nos abandonas? ¿no vas a responder nunca a los gritos y quejidos de los inocentes?
Lucas recoge una última palabra de Jesús. A pesar de su angustia mortal, Jesús mantiene hasta el final su confianza en el Padre. Sus palabras son ahora casi un susurro: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Nada ni nadie lo ha podido separar de él. El Padre ha estado animando con su espíritu toda su vida. Terminada su misión, Jesús lo deja todo en sus manos. El Padre romperá su silencio y lo resucitará.
Esta semana santa, vamos a celebrar en nuestras comunidades cristianas la Pasión y la Muerte del Señor. También podremos meditar en silencio ante Jesús crucificado ahondando en las palabras que él mismo pronunció durante su agonía.

José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Contribuye a celebrar la Pasión y la Muerte del Señor. Pásalo. 24 de marzo 2013
Domingo de Ramos (C)
Lucas 22,14-23,56

hilda dijo...

A mí esta frase me gusta porque dice mucho de eso que los orientales hacen que es aceptar las desgracias, el sufrimiento, tal como vienen pero no como sumisión, sino como algo normal y natural. Los occidentales no estamos acostumbrados a aaceptarlo como si nada. Nuestra cultura y nuestros miedos impuestos nos lo impiden.
Un abrazo

Anónimo dijo...

La frase "poner la mano en el fuego por alguien.." que últimamente está de moda, me parece que tiene una buena aplicación también en asuntos de religión.
Hoy día nadie está libre de sospecha, y esto se actualiza todavía más cuando rememoramos las palabras de Jesús de que solo dios es bueno, porque no solo es bueno, sino que además y sobre toso, es justo, y aquí es dónde enlaza lo de poner la mano sobre el fuego por alguien.
no estaría de más que pudiéramos separar la emoción del juicio. confieso que me emocionó lo del nombramiento papal, y a la vez soy capaz de leer la prensa en los variados aspectos que de él ahí se cuentan y no intentar esclarecer en qué porcentaje a mi sólo juicio e impresión es importante o no según la gravedad de esos matices que quiere resaltar (lo de pasar por alto la injusticia social en la dictadura y cómo no, el silencio en los casos de pederastia).
He de confesar que me deprime enormemente, que es una losa, que no veo la forma de que no sea así. No hay solución, hay que andar con ello en compañía. y es que hasta ahora, según lo conocido, todavía a pesar de todo no he encontrado algo mejor, algo que determine un marco con todos los tonos y las composiciones que sé que existen, y las que sin saber que existen, saber que tengan su posibilidad de existir. Esto último es lo determinante, pues movernos en lo que conocemos, no deja de ser algo bastante limitado. Es como cuando uno sabe que lo más importante aún no lo ha hecho, sabe que existe esperanza, o que los lugares más hermosos están ahí sin conocerlos todavía, quiere decir que tu vida va sin prisa, que ya los acabará conociendo.
Yo sé que eso es lo que pasa a una comunidad que tiene una base sólida, aún sea ya desconocida por todos, incluyendo al supuesto hombre puente
Ana

Anónimo dijo...

¿Qué haremos en estos días que llamamos “santos”?
¿Qué haremos nosotros al pie de la Cruz?
El misterio de la Cruz no puede ser algo que pase desapercibido, pues se
trata del gran misterio y la gran revelación de Dios al hombre.
La Cruz nos revela el corazón de Dios.
La Cruz nos revela cómo piensa Dios del hombre.
La Cruz nos revela lo importante que es el hombre para Dios.
La Cruz nos revela cómo ama Dios al hombre.
Es al pie de la Cruz donde podremos conocer el misterio de Dios, porque
es en la Cruz donde Dios dice su última palabra sobre sí mismo.
Es el pie de la Cruz donde podremos conocer el misterio del hombre,
porque es en la Cruz donde Dios dice su última palabra sobre el hombre.
Es al pie de la Cruz donde cada uno podremos reconocer la verdad de
nuestro corazón y de nuestras vidas.
No es el momento de matar el tiempo jugando a “tabas” a la espera de
que muera.
Es el momento de guardar silencio y ser testigos de su muerte.
Es el momento de guardar silencio para experimentar la verdad de Dios
en nuestros corazones.
Pero también el es momento de guardar silencio avergonzados de lo que
los hombres somos capaces de hacer con Dios.
Porque si en ella Dios se revela y manifiesta, también el hombre revela y
manifiesta de lo que es capaz de hacer. A Dios siempre la ha ido mal
cada vez que se ha puesto en manos del hombre.
Al pie de la Cruz es la hora de reivindicar los “Derechos humanos del
hombre”. Pero también de reivindicar los “Derechos de Dios”. Porque
¿dónde están los derechos de Dios en la Cruz.
Al pie de la Cruz es la hora de contemplar al Crucificado, pero también
de tomar conciencia de los crucificados de hoy y de siempre, cuyos
derechos tampoco reconocemos.
Es el silencio que “hace memoria del pasado de Dios crucificado”. Y es el
silencio que hace “memoria del hoy de Dios crucificado en los hombres”
porque El prolonga su Pasión y su Cruz en la vida de los hombres.
www.juanjauregui.es

Anónimo dijo...

UN INSTRUMENTO DE PAZ
Oración franciscana por el Papa Francisco
Jesús Mauleón, poeta y cura
Señor, haz del papa Francisco un instrumento de tu paz.
Donde haya prepotencia, que él ponga humildad.
Donde haya fasto y lujo, que él ponga pobreza y sencillez.
Donde haya ambición de poder, que él elija y permita elegir a los que prefieran el
servicio.
Que sepa amar y defender la naturaleza, la creación y las criaturas, como el regalo de
la mano sabia de Dios.
Donde haya complicación, trabadas estructuras de poder, que él ponga la fe, el amor
y la ingenuidad franciscana.
Donde haya exceso de solemnidad y arrogancia, que él ponga sentido común y
sentido del humor.
Donde haya indiferencia y aspereza, que él ponga ternura.
Donde haya una catarata de documentos distantes, que él ponga corazón y palabra
cercana.
Donde haya gestos justicieros, que él ponga misericordia.
Cuando el fantasma de la ruina aparezca en la Iglesia, que él corra con todos a
apuntalarla o a reconstruirla.
Cuando le fatigue y le abrume verse rodeado de gentes importantes, que él sepa
escaparse y correr a la calle de todos.
Que como Pedro pueda decir “Oro ni plata no tengo. En nombre de Jesús Nazareno:
levántate y anda”.
Que cuando le llamen Su Santidad se sienta extraño desde la humildad y el humor
“porque sólo Tú eres santo”.
Que cuando alguien se arrodille ante él, le diga rápidamente, como Pedro al
centurión Cornelio: “Levántate, que soy un hombre como tú”.
Que, sucesor de Pedro, nunca se sienta cómodo y halagado con los honores de
monarca absoluto o de Jefe de Estado.
Que nunca caiga en la idea de pensar que los grandes problemas se resuelven con
grandes, largos y sabios documentos, que casi nadie lee, sino con el magisterio del
ejemplo propio y el de sus hermanos.
Que olvide todos sus altísimos títulos honoríficos para quedarse sólo con el de
“siervo de los siervos de Dios”.
Señor, haz de él un instrumento de la colegialidad y de la colaboración responsable
de todos.
Señor, haz de él un buscador incansable de la unidad entre todos los que creen en
Jesucristo.
Señor, haz de él un instrumento de tu justicia del amor, de tu misericordia en la
Iglesia y en el mundo.
Amén
* La famosa oración atribuida a san Francisco de Asís no pertenece a él y es de fechas mucho más recientes. Pero
todos están de acuerdo en que, dado el espíritu y el tono de su texto, el “Poverello” no habría tenido
inconveniente en hacerla suya.

Anónimo dijo...



Encargo recíproco

María Dolores López Guzmán, Universidad Pontificia Comillas

No fue la sencillez en el vestir, ni la espontaneidad al hablar; tampoco su afabilidad, ni su osadía al lanzarse a hacer lo que probablemente otros habían deseado y no se atrevieron; ni siquiera su reconocido compromiso con los más pobres, que enseguida se convirtió en tema recurrente de los comentaristas. Fue una triple petición lo que más me llamó la atención: que “recemos siempre por nosotros, el uno por el otro”, que “recemos por todo el mundo para que haya una gran fraternidad”, y que rezáramos por él –antes de su bendición– “para que el Señor me bendiga”.
Una oración en la que quedábamos vinculados y con la que nos estaba exhortando no solo a ser responsables los unos de los otros (creyentes o no), sino, sobre todo, a serlo también de su ministerio. En el “día del Primado” primó la llamada a la reciprocidad y, por tanto, a la corresponsabilidad. De este modo, sus gestos ya no fueron solo suyos, sino nuestros. El silencio de la Plaza de San Pedro habló en nombre de todos.
Esa petición primera nos ha comprometido mutuamente: a nosotros, a acompañarle, ser compasivos e interceder por él; al Papa, a escuchar, servir y no prescindir del pueblo que le ha acogido ni del Espíritu que le ha elegido.
Ya no podemos dejarnos arrastrar por la avalancha de titulares tópicos y valoraciones apresuradas –positivas o negativas– acerca de su figura. El poverello de Asís jamás lo habría hecho.
El efecto de la novedad pasará, y vendrán las decisiones difíciles y la soledad, que seguro le es conocida. Ya está sucediendo. Es fácil aplaudir lo que uno espera, pero difícil de aceptar lo que no se comprende. Se tarda lo mismo en encumbrar que en denostar, en idolatrar que en despreciar: un instante.
No permitamos que los estereotipos y los clichés que funcionan en los ámbitos periodísticos (y también eclesiales) nos hagan olvidar lo que Francisco de Asís sabiamente dijo en sus Avisos Espirituales: “Cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más”.
En el nº 2.841 de Vida Nueva.