lunes, octubre 17, 2016

Convivencia Montesclaros 2016

Hola a todos de nuevo. Después de unos meses de silencio nos animamos con una nueva entrada que nos la ofrece Marisa Benito, a la que pedimos disculpas por la tardanza. Ahora que mi marido se ha jubilado esperamos poder publicar más a menudo.



Convivencia Montesclaros 2016

Como todos los años el grupo de Cantabria nos convoca en el monasterio de Montesclaros donde cada uno de nosotros llega con sus cosillas, algunos peor que otros y, tras unos días de convivencia, la magia del lugar y la energía del grupo nos transforma en una especie de organismo superior, donde cada uno de nosotros aporta algo único que los demás no tiene y que se va sumando para crear algo nuevo y más fuerte.
El primer domingo fuimos dando un paseo (algunos en coche) a oír misa en Bustasur. La iglesia es pequeñita y me pareció una preciosidad. Al día siguiente tuvimos excursión para ver la colegiata de San Martin de Elines, de camino paramos para ver la ermita rupestre de Cadalso, excavada en la roca, y después seguimos hasta el precioso pueblo de Orbaneja del Castillo con su cascadita.
Los frailes nos invitaron a acompañarles a celebrar la misa en la intimidad de su acogedora capillita, resguardados del frio que hacia los dos primeros días. Fue un momento muy especial.
Una de las lecturas trataba sobre que Jesús enviaba a 72 a predicar por todos los pueblos y al acabar, el padre Suarez nos invitaba a hacer como ellos y salir a transmitir que el Reino de Dios está cerca. ¿Cómo? ¡Siempre sonriendo!
En otra ocasión el padre Paco, con su sensibilidad y cariño hacia nuestro grupo, parecía tener una conexión especial con nosotros ya que, en la homilía hablaba de cosas que esa misma tarde habíamos comentado en nuestra tertulia. Se producía una sensación especial como de estar sintonizados sin necesidad de ponernos de acuerdo. En estas cosas veo la manita de la patrona del lugar.

Ente medias tuvimos las tertulias sobre el tao y aquí, Carlos Sotres da buena cuenta de ello:
    Sólo estuve en las tertulias en las que se trataron los capítulos 20 y 21: de ellos me acuerdo de cómo, los dos, nos remiten a no quedarse en la apariencia y la superficialidad de los seres, en las diferencias aparentes entre bien y mal o entre sí y no, sino -y en eso dice que consiste "la gran virtud"- en ir a la esencia "imprecisa", indefinida", "profunda" y "oscura" que todos los seres manifiestan y que es lo que subyace en todos ellos como "lo más verdadero", es decir, es la Verdad (lo que es) y la esencia de la Vida (que coincide con lo que Cristo dijo de sí mismo: "Yo soy la Verdad, la Vida y también el Camino). Y esa esencia, el Tao, lo califica indistintamente de "madre" y de "padre" de todas las cosas, es decir, su origen. Volvemos a repetir los comentarios de siempre de las similitudes entre Tao, Cristo, Dios padre y madre, origen de todo... Nuestro Tai Chi Zen cristiano nos ayuda a contemplar esa esencia y a sumergirnos en ella.
    También me llamó la atención la pequeña discusión sobre que si había que hablar de "culpabilidad" personal o de "responsabilidad" personal, porque el hablar de culpabilidad supuestamente nos podía hacer daño. Sí es cierto que culpabilizarse por cosas por las que uno no debería hacerlo no nos hace ningún bien, pero no es menos cierto que muchas veces es sólo una cuestión de palabras y del significado que se les dé: somos responsables de nuestros actos, los buenos y los menos buenos, y también somos culpables cuando metemos la pata (Peter decía que ("los taichiístas somos meaculpistas"), lo cual no quiere decir que tengamos que fustigarnos con la culpa (uno de los fallos de la enseñanza tradicional de la Iglesia), pero sí reconocerla y asumirla como paso para mejorar.
   Una frase que se me quedó grabada fue la que recordó Trini que decía Peter: que, en el trato con los demás, "ni predicar ni gritar", cosa en la que a veces caemos, yo el primero.
Yo sólo decir que me alegro de que se haya hecho un año más y que sigamos conservando, cada uno a su manera, el mismo espíritu -y las enseñanzas- que Peter nos transmitió.

De postre, Edurne nos cuenta como ha saboreado los tres últimos días:
Este año al igual que los anteriores fui a Montesclaros los últimos días de la convivencia, de jueves a domingo. Fueron tres días que me parecieron una semana. Como nos recordaba Peter “El tiempo es invención humana, el espacio presencia divina”. Begoña y servidora hicimos un agradable viaje que acabó en carcajadas al bajarnos del tren en Reinosa ante la cara de sorpresa del revisor. Este año atamos con antelación el taxi, para no repetir experiencias pasadas y todo fue como la seda. Encontramos al grupo de taichi al finalizar la Misa, nos incorporamos al grupo con la cena y luego vueltita nocturna al convento, bajo la atenta mirada de la luna menguante.
Comenzamos la mañana con el calentamiento, desde el día que llegamos hasta el final nos acompañó un tiempo soleado, que hacía del calentamiento algo muy alegre. Si nos daba tiempo al finalizar caminábamos un poco por la carretera disfrutando de la vegetación verde y fresca. A mi padre le gusta decir que dónde hay golondrinas la atmósfera es limpia. Por eso este año me fijé en la cantidad de golondrinas que volaban alrededor de la hospedería. Una de las mañanas vi una imagen que me llevó a la infancia: el cable de la luz  lleno de golondrinas puestas en hilera. Fue muy divertido comprobar que realizando el ejercicio del “pianista borracho”, en la aaaaa…. no pasó nada, pero cuando empezamos con la eeee….salieron todas volando. Tras el pianista regresaron de nuevo al cable. Era una gozada verlas volar, a veces las veía en vuelo rasante cerca de mi ventana,  justo debajo del alero.
Dedicar un buen rato a la práctica del taichi fue también una gozada, disfrutar de esos momentos tan esenciales. Ana, la madre de Mª José, nos observaba y absorbía la tranquilidad que emanaba el grupo, ella también presente con su compañía. María con su fragilidad nos ha acompañado y dado mucho gusto al grupo. Trini con su buen hacer con las personas mayores, se le acercó cariñosamente  y  vimos a María abrirse como una flor.
La convivencia fue estupenda, se va notando la armonía y el buen hacer de cada uno. Se acoge a todos cada cual con sus circunstancias, sin pedir nada, solamente compartiendo. Cuando llegué yo estaban comentando el capítulo XXII, que debió de dar mucho de sí, yo comenté la similitud que tiene con el Sermón de la Montaña.
El último día hicimos una puesta en común bajo el roble y se compartieron experiencias muy interesantes. A mí lo que más se me quedó, es que no hay que aferrarse a  nada,  a veces toca arriba, otras abajo y todo pasa, todo hay que vivir. Sobre conflictos con las personas me impactó una experiencia de “wu wei”, ¡eso que tanta falta me hace! Ante una relación que se había deteriorado, una taichista comentó que decidió hacer F/C, orar respirando, respirar-orando, limpiarse por dentro y desear lo mejor a las personas de las que se sentía agraviada. De la misma manera que un día le retiraron la palabra, otro volvieron a lo de siempre, sin ninguna explicación, sin más. Me dice mucho.
El Padre Suarez se ofreció a organizar una queimada “¡qué pereza, pensé!”, pero como le vimos con ganas, nos animamos a ello y reconozco que fue una iniciativa estupenda, nos divertimos mucho, cantamos  y pasamos un rato muy agradable.
Otro rato entrañable pasamos con Trini y sus recetas. Nos contaba cómo se las arregla con las monjas de edad para que se muevan y los deberes que les pone. También nos comentó qué se puede hacer en silla de ruedas. Como ella practica mucho en los trasportes públicos, se me encendió una bombilla y cuando me acuerdo pongo una mano sobre la otra, y este pequeño gesto me centra en la respiración.
La comida del último día también la recuerdo como especial, con mucho cariñito familiar, intercambiando recetas de gazpacho de sandía, de tzatziki griego, etc. Comentamos las propiedades  de las plantas, del llantén, del sauco y de la reina de la temporada, el hipérico. El café de despedida en la Casuca y  el viaje a Santander con Txema, Pilar y compañía también me han dejado un buen sabor.

Doy las gracias a todos con los que he compartido unos días fenomenales,  especialmente a la Virgen de Montesclaros, que tan bien nos acoge.  ¡Que lo sigamos repitiendo!
Marisa