jueves, marzo 19, 2009

Marzo 19, San José

Dibujo de Isabel Moreno

Este escrito es de un amigo del padre Enric Seguí, sacerdote de la Compañía de Jesús


Marzo 19, San José

Al margen de la grave investigación teológica, al margen de las solemnes enseñanzas del magisterio, equivocándose y exagerando, el pueblo cristiano, movido por estupendas intuiciones, ha hecho a lo largo de los siglos muchos descubrimientos que han salvado lo mejor de su fe.

El mejor de todos fue sin duda su devoción por María, la madre de Jesús. La devoción a la madre de Jesús ha salvado para la gente cristiana normal, la confianza, la seguridad en que “allá arriba” hay alguien movido exclusivamente por el amor, alguien a quien no se le teme, porque no es Dios, alguien que merece el nombre de consuelo de afligidos, refugio de pecadores, dispensadora de gracias.

Todo esto debería ser Dios para nosotros, porque para eso pronunció Jesús el nombre de Dios, Abbá, que significa todas esas cosas que acabamos de decir. Abbá, médico, pastor y madre. Pero a nuestras teologías, a nuestros magisterios y a las solemnes fórmulas de nuestra liturgia se les fue olvidando la ternura del amor de nuestra madre Dios, y el nombre de Abbá, traducido por “Padre” se significó cada vez más “reverendo padre”, sirvió para designar a la Primera Persona de la Tríada Divina, y en la liturgia aparece casi siempre acompañado de un temible “Todopoderoso”, sin duda para que no nos pasemos de confianza. Y el pueblo de Dios se quedó sin padre.

Todo esto lo solucionó, aunque no del todo, el amor, la confianza, el cariño, a la madre de Jesús. Por ella, la fe de la gente normal recuperó la ternura, eludió la masculinidad misteriosa de la divinidad, salvó el sentimiento.

Junto a esta intuición salvadora, la de José, el marido de María, el olvidado y oscuro carpintero de Nazaret, que hizo posible a Jesús, y además en la sombra, privado de todo por la tradición, menos de su preciosa figura de sombra de Dios, de ángel de la guarda de María y Jesús.

Si el evangelio de Lucas hace a María protagonista de la infancia de Jesús, el de Mateo hace protagonista a José. Él es el que recibe la anunciación y el encargo de poner al niño el nombre de Jesús (el que salva al pueblo), el que salva al niño de Herodes, el que decide instalarse en Nazaret por más seguridad... es el ángel de la guarda de Jesús y de María, la sombra protectora de Dios.

En los cuadros de la “sagrada familia”, a José lo suelen presentar los pintores en un discreto segundo plano, incluso un poco más borroso y oscuro, viejecito y venerable, como si tuviera poco que ver en la escena. Antes me disgustaba este ninguneo, pero ha acabado por parecerme muy bien, muy significativo, y estupendo como modelo de la Iglesia. A José le pega menos que a nadie el lujo, la ostentación. Lo suyo no es el oro sino la madera, no es un sacerdote intermediario en los oficios divinos sino un discreto e imprescindible artesano, no va vestido con ropajes celestes, su color no es el rojo, el azul y mucho menos el dorado; generalmente se le ve con una túnica lisa, marrón casi siempre. José tiende al gris, al segundo plano, al silencio.

Y me llena de alegría comprobar que uno, al menos uno de nuestros santos venerados, ha salido inmune del bombardeo de nuestras petulancias, de los oros y coronas, de los sacerdocios y los sacrificios, de todas las ingeniosas maneras de estropear a Jesús y a Abbá con que nosotros la Iglesia hemos ido deteriorando el mensaje de Jesús a lo largo de nuestra historia.

A modo de pedantería final, me llama la atención que entre los numerosos nombres de los papas, Pablo, Juan, Benedicto, León, Gregorio ... falte el de José. Ningún papa se ha fijado al parecer en que es el que mejor le conviene: el que sirve en silencio, el que no es protagonista, el que vela por lo importante sin serlo.

Emocionante José, del que no sabemos casi nada, ni cómo se llamaban sus padres, ni siquiera cuándo murió, sólo que fue el ángel de la guarda de Jesús y María, y que a Jesús le conocía todo el mundo como “el hijo del carpintero”.

Jose Enrique Galarreta, sj

¡¡¡Muchas felicidades a todas y todos los privilegiados que tenéis el nombre del que fue el padre de Jesús en la tierra!!!




4 comentarios:

Anónimo dijo...

FELICIDADES A LOS JOSÉ Y JOSEFAS!!

Mucha razón tiene el amigo del padre Seguí. A San José siempre se le presenta como en segundo plano y sin ninguna ostentación, lo que es de agradecer porque lo que no falta en la iglesia es ostentación. No hay más que ver ese Vaticano tan horroroso y algunas catedrales barrocas en las que no cabe un alfiler entre tanta ornamentación. Y no digamos las de estilo churrigueresco que no se puede aguantar de tanta exageración.

San José era un santo y nunca mejor dicho porque según el evangelio de Mateo se enteró que María estaba embarazada, iba a repudiarla en privado para no perjudicarle y tras la explicación del ángel aceptó todo y se portó como un buen padre (Herodes, Egipto etc.).

Hay una versión apócrifa, la Historia de José el carpintero, muy interesante, en la que se habla de que tuvo varios hijos.

HILDA

Anónimo dijo...

L'Harmonia del Drac


El Observador

Posted: 07 Mar 2009 05:02 AM PST
En el curso de nuestra evolución, desde la más antigua forma de vida hasta el ser humano actual, hemos vivido muchísimos cambios y procesos. Como dijo Darwin en su obra, las especies hemos ido cambiando, adaptando, dejando, o adquiriendo diferentes órganos y facultades que nos han permitido vivir en los siempre cambiantes estados del planeta.
Siempre ha existido una selección natural, los individuos más adaptables y que no se resisten al cambio, siguen su propia evolución.
Sin flexibilidad y sin adaptación se “perece en el intento”. La energía de cada elemento vuelve a su lugar hasta otra vez.

Un paso importantísimo en este proceso se da cuando el ser humano, antes únicamente guiado por sus instintos (como los animales), comienza a desarrollar el razonamiento.
Surgen pensamientos que le hacen verse a sí mismo como ente separado o diferente del grupo en el que antes se concebía (empieza la identificación con lo que ve de sí); de esos pensamientos surgen diferencias, todos no pensamos igual y cada uno defiende su forma de ver las cosas y se implica intensamente de forma emocional.

Los impulsos instintivos antes expresados de forma natural siguen existiendo en el ser humano, pero ahora el razonamiento y la forma de ver las cosas de cada uno complica la situación.
Para defender nuestras ideas y nuestras “verdades”, nos dejamos llevar por las emociones, que a su vez dan más energía a los pensamientos, que a su vez refuerzan las emociones… y así quedamos atrapados, cada vez más, en el mundo de la identificación ilusoria, y no salimos de esa vibración densa que nos lleva al sufrimiento de una u otra forma.

Si observamos todo esto, el sentido común nos dice que cambiemos la estrategia. Si la mente concreta es la que nos lleva por el “mal camino”, busquemos la forma de ir más allá de ella, pero no hacia fuera, sino hacia adentro.
Una forma sencilla de hacerlo es observar nuestros pensamientos, estar alerta de lo que pensamos, sin rechazarlos ni reforzarlos y darnos cuenta de que no somos el pensador, ya que lo podemos observar. Si surge la emoción, mirarla sin reprimirla ni reforzarla, y darnos cuenta de que no somos la emoción, ya que también la observamos, pero… ¿cómo lo hacemos si todo esto va con nosotros, si parece que no podamos separarnos de nuestros pensamientos y emociones?

En primer lugar, hagámonos unas preguntas: ¿queremos salir del sufrimiento?... ¿ o estamos tan identificados con él, que ha formado cuerpo con nosotros y lo necesitamos para ser alguien?
Tendríamos que reflexionar y contestarnos sinceramente. Si la vida que vivimos ya nos esta bien, tenemos todo el derecho (mientras no perjudiquemos a otros) a vivir como queramos; aunque, no nos engañemos, sabemos ya que si nosotros sufrimos, la vibración del sufrimiento se expande a los demás, y además queda su semilla. Esto también pasa con el Amor, ¿lo escogemos?.

Pero si somos conscientes de algún tipo de sufrimiento en nosotros y queremos salir de él, tenemos que poner voluntad y dar un paso en otra dirección, sin prisas, sin pausas, sin excesivo esfuerzo, pero con determinación, con plena decisión, es la hora de la práctica, dejemos de quejarnos y de buscar culpables de lo que nos pasa, tomemos las riendas de la responsabilidad de nuestra vida y miremos hacia adentro, dejándonos guiar por esa gota emanada de la Fuente Original que hay en todos nosotros. Esa gota no es la Fuente, pero tiene todas sus propiedades. Iniciemos ese nuevo camino que nos llevará a una nueva realidad.

EJERCICIO PRÁCTICO
Haz unas respiraciones profundas y comienza observando tu cuerpo. Relájate con cada exhalación, sé consciente de las sensaciones, vuelve a respirar profundamente y toma ahora el papel del observador de tus pensamientos, … , sin prisas, sin juicios, no fuerces nada, si ahora no lo consigues, respira profundamente y céntrate en la energía de tu cuerpo sin más, después vuelve a respirar profundamente y sal lentamente de esta interiorización.
Otro día vuelve a probar, hasta que logres ser el observador del pensador.

Gracias por vuestra atención

Anónimo dijo...

En el carro vamos todos, aunque no siempre podamos sentirlo; y cuando en meditación o en presencia de una personalidad real vemos todo el camino de principio a fin de un solo golpe de vista, se abren los canales de todas nuestras células; el sufrimiento es por ausencia de esto, no es algo sobreimpuesto, sufrimiento es todo mientras no tengamos la transparencia de la claridad, de poder ver con los ojos y no tener que interpretar lo que estos ven, ver directamente al amor en todas y cada una de las cosas que están pasando. esto no es nada facil blogeros

Ana

Anónimo dijo...

Bonitos todos los comentarios.

Cuando iba al colegio, recuerdo, que me molestaban los oropeles, lazos y brillos, no sólo en las imágenes, sinó también, en cualquier lugar que hicieran profusión de estos adornos.
También me costaba asociar la imágen de un Dios represivo que castiga,(porque todo era pecado), con la del Dios misericordioso, compasivo y bueno, que nos salva a todos. Sucede pues, que cuando nos dirijimos a Él para pedir protección, ayuda o consuelo, sólo vemos al "DIOS ES AMOR" esa nube, esa luz, ese suave viento que nos envuelve y nos guarda a todos, la imágen distorsionada ha quedado diluída, y entiendes que formaba parte de la cultura de la época.

Y en cuanto a las figuras de Maria y José, me gusta imáginármelas con las túnicas de la época, sencillas y modestas, a Maria con la cara lavada y a José, con barba, el martillo y la sierra.

Carpintero, carpintero,
hágame "uste" una cunita
para dormir a mi niño,
que soy una pobrecita.

Duérmete mi niño,
que tengo que hacer,
lavar los pañales,
fregar y barrer.

BON DIUMENGE Isabel.