miércoles, octubre 06, 2010

El Móvil de la Oración





EL MOVIL DE LA ORACION

El móvil es un artefacto que ha llenado los pocos espacios que nos quedaban para poder pararnos, pensar, contemplar, rezar, etc. aunque a veces nos ayuda en el trabajo en la relación.
Los creyentes hemos de pensar que tenemos un móvil maravilloso, que nos permite tener un hilo directo con Dios: La oración. Pero por desgracia, no tenemos la misma adicción que la que tenemos al móvil de plástico.
Se acostumbra a decir que la gran prueba para los creyentes de hoy es el silencio de Dios. Es cierto que en este mundo secularizado, al buen Dios le cuesta encontrar espejos para reflejar su rostro y altavoces donde hacer resonar su voz.
Más de una vez hemos pensado que a Dios la pasa como a aquellos padres y madres de adolescentes, que querrían hablar con sus hijos, pero no hay manera… y los padres padecen.
La más gran aspiración de Dios, es comunicarse con sus hijos, hombres y mujeres, pero nuestros oídos son duros. Con la oración facilitamos esta comunicación. La oración es el móvil que nos pone en contacto con Dios.

(Suplemento de la Hoja Dominical de Sitges)

Maribel




“La oración del corazón no está ligada a ninguna hora concreta, porqué se trata de la respiración del alma”

Clemente de Alejandría nos dice:
“La vida entera es una coversación con Dios” No hay momentos para la oración, todo es oración

4 comentarios:

Anónimo dijo...

CURACIÓN

El episodio es conocido. Jesús cura a diez leprosos enviándolos a los sacerdotes para que les autoricen a volver sanos a sus familias. El relato podía haber terminado aquí. Al evangelista, sin embargo, le interesa destacar la reacción de uno de ellos.
Una vez curados, los leprosos desaparecen de escena. Nada sabemos de ellos. Parece como si nada se hubiera producido en sus vidas. Sin embargo, uno de ellos «ve que está curado» y comprende que algo grande se le ha regalado: Dios está en el origen de aquella curación. Entusiasmado, vuelve «alabando a Dios a grandes gritos» y «dando gracias a Jesús».
Por lo general, los comentaristas interpretan su reacción en clave de agradecimiento: los nueve son unos desagradecidos; sólo el que ha vuelto sabe agradecer. Ciertamente es lo que parece sugerir el relato. Sin embargo, Jesús no habla de agradecimiento. Dice que el samaritano ha vuelto «para dar gloria a Dios». Y dar gloria a Dios es mucho más que decir gracias.
Dentro de la pequeña historia de cada persona, probada por enfermedades, dolencias y aflicciones, la curación es una experiencia privilegiada para dar gloria a Dios como Salvador de nuestro ser. Así dice una célebre fórmula de san Ireneo de Lion: "Lo que a Dios le da gloria es un hombre lleno de vida". Ese cuerpo curado del leproso es un cuerpo que canta la gloria de Dios.
Creemos saberlo todo sobre el funcionamiento de nuestro organismo, pero la curación de una grave enfermedad no deja de sorprendernos. Siempre es un "misterio" experimentar en nosotros cómo se recupera la vida, cómo se reafirman nuestras fuerzas y cómo crece nuestra confianza y nuestra libertad.
Pocas experiencias podremos vivir tan radicales y básicas como la sanación, para experimentar la victoria frente al mal y el triunfo de la vida sobre la amenaza de la muerte. Por eso, al curarnos, se nos ofrece la posibilidad de acoger de forma renovada a Dios que viene a nosotros como fundamento de nuestro ser y fuente de vida nueva.
La medicina moderna permite hoy a muchas personas vivir el proceso de curación con más frecuencia que en tiempos pasados. Hemos de agradecer a quienes nos curan, pero la sanación puede ser, además, ocasión y estímulo para iniciar una nueva relación con Dios. Podemos pasar de la indiferencia a la fe, del rechazo a la acogida, de la duda a la confianza, del temor al amor.
Esta acogida sana de Dios nos puede curar de miedos, vacíos y heridas que nos hacen daño. Nos puede enraizar en la vida de manera más saludable y liberada. Nos puede sanar integralmente.

José Antonio Pagola

28 Tiempo ordinario (C)
Lucas 17,11-19

Anónimo dijo...

DOMINGO XXVIII
10 de Octubre 2010

3ª LECTURA: Lc 17, 11-19
De camino a Jerusalén, pasó por los confines entre Samaría y Galilea. Al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»

COMENTARIO: “Jesús Maestro ten compasión de nosotros” ¿De donde brota esta oración? Acaso no brota de la impotencia que todos encontramos cada día en la lucha contra tantas dificultades, limitaciones, enfermedades…Y Jesús sigue acercándose a los que claman con fe, aunque estén lejos. Sigue atravesando las barreras de los que están solos y que se sienten excluidos y marginados de la sociedad. Jesús escucha el clamor del pobre. Sabe ponerse en la piel del otro, que es el secreto para sanarlo.
Este año, será de contemplación y trabajo. Los comentarios serán cortitos para que todos trabajemos en descubrir a Dios en el hermano, cada texto nos iluminará a esta gran novedad. Jesús nuestro Maestro, esta siempre atento al sufrimiento, a la enfermedad…y si tenemos fe, experimentamos que en las vicisitudes de cada día Él responde, curando la lepra de nuestros egoísmos, celos, malos humores y desagradecimientos…
¿Qué podemos aprender esta semana de Jesús en bien de nuestros hermanos? ¿Seremos capaces de escuchar y atender las necesidades de los más cercanos, para poder curarlos como si fueran otro Cristo?
Un segundo paso de este evangelio, es el agradecimiento. ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? La clave está que solo uno dio gracias y este era samaritano. ¿Cuántas veces nos hemos quejado del desagradecimiento? ¿Cuántos favores se hacen y pasan desapercibidos? Cada uno sabrá de su entrega, trabajo, acogimiento, con los que vive y convive y sin embargo que pocas veces en vez de encontrar un corazón agradecido, se encuentran exigencias y malos humores…
En el fondo, estos leprosos curados, somos cada uno de nosotros. ¿En cuales nos situamos; en el samaritano que sabe agradecer su curación, o en los nueve despistados que no saben agradecer nada?
ORACIÓN: Te pedimos Señor, un corazón agradecido por todo lo que recibimos cada día. Es tanto lo que recibimos y tampoco lo que agradecemos…

Saludos Francisca

Anónimo dijo...

Mientras estamos entre los que consideramos "los nuestros", tanto sobre la tierra como una vez que ya se han ido de ella, la oración es la consecución lógica, tanto si uno es consciente de ello como si no, su actuar está delimitado por unas constantes, repito, conscientes o no.
Cuando es hombre que ha rezado todo un ciclo de existencia, sea el último hombre, hacia quien delegará su continuidad?, sobre que o quien apoyará su existencia?.
Le será razón suficiente la religión con el alcance que sus representantes actuales le concedene interpretan?. Bastarán unas razones sociales para hacerle ver sus existencia actual?.
Por eso y fundamentalmente normas morales y sociales, aunque necesarias, no son razón suficiente. ¿Y aparte, qué más queda que se pueda decir?

Carolina dijo...

Que bien definido. curarse para dar gloria a Dios.Este y no otro es el sentido de la curación. No solo me sirve para mí, sino para mis pacientes y para un familiar que aún no se atreve a creer.
Carolina