
Reproducimos el escrito de Yolanda Villanueva, desde México, que ya salía en el último boletín con la finalidad de que llegue a todo el que quiera leerlo
Convivencia en Aguascalientes, México 2010
Por Yolanda Villanueva
Convivencia en Aguascalientes, México 2010
Por Yolanda Villanueva
En cuanto bajó Peter del avión, comenzaron las preguntas y los comentarios. También, el primero de los muchos regalos que cada uno recibiríamos, ahora para Yolanda Padilla, unos libritos escritos en chino antiguo: cuatro perlas. A decir por la cara de Peter y de Yolanda, regalo muy valioso. Cada uno, a su tiempo, fue recibiendo, como lluvia, lo que le tocaba. El siguiente día, viernes 13 de agosto, comenzó la convivencia con las personas a las que nos tocó estar, ya que algunos de nosotros nos quedamos permanentemente, mientras otros íbamos y veníamos. Cada uno. Pues bien, comenzamos con el desayuno, por cierto, muy bueno. Peter nos dijo un día que nunca le había tocado desayunar así, con platos como muy adornaditos y con cantidades abundantes. En México desayunamos fuerte. Ese viernes, Peter comenzaría a hablar de antropolocura. Por algo sería.
He tratado de escribir este resumen haciendo memoria de lo que Peter nos dijo y que apunté como si fuera secretaria. Me pasa que apuntó a veces sin entender totalmente –o parcialmente- a qué se refiere Peter, y luego, cuando pasa el tiempo, reviso y me doy cuenta que entiendo un poco mejor. Pues bien, he revisado mis notas de tertulias y me doy cuenta que Peter comenzó hablando de antropolocura, teolocura y psicolocura. Ah, también, de juventud miserable, proselitismo, empresa evangélica, vaticano, voluntarios, psicópatas, naturópatas y no ser benevolente. También nos contaría que en el avión salían en la televisión unos actores hablando español, con subtítulos en chino. Al principio, esos actores eran mexicanos, luego, en otro programa, también hubo japoneses hablando español y con subtítulos en chino simplificado.
Desde un principio, Peter nos habló de todo lo anterior. También nos empezó a hablar de gracia, de cariñito familiar, de la Paz, de respeto mutuo y entendimiento, de no acción y no ser servido, de transpiración, de la araña en arañada, muy tranquila y segura. Peter nos habló de tu fe te salva, de la fe que es personal, mi fe, mi iglesia, y la piedra firme sobre la cual cada uno construye su fe. También nos habló del alma que duerme abrazada de Jesús, y lo hizo con tanta ternura que hubo por ahí lágrimas. Muchos milagros y cada uno, diferente. Peter nos habló de estas cosas y de aquellas, a veces unas antes que otras, a veces solamente unas u otras, a veces todas juntas, él sabía muy bien qué hacer y nosotros confiábamos en él.
Una noche, en la que lo acompañaba yo de su cuarto al comedor con una linterna, pues realmente faltaba luz en Aguascalientes, Peter me dijo que el resumen de la convivencia en Aguascalientes, que escribiera y comunicara, era TRANSPIRAR. Respirar orando, orar respirando. Cultura, religión y salvación. Orientar y reorientar con luz y fortaleza. María, única maestra: mi Madre me salva.
Trataré de seguir relatando lo que viví, a veces de manera personal, otra solamente siendo acompañante. Escribo con riesgo de hacer de este escrito algo parecido a un rompecabezas… Cabezota. Pasa que poco a poco se me van aclarando algunas cosas, y pasa también que otras muchas todavía andan por ahí, dándome vueltas, con la confianza, eso sí, de que en el momento en que tenga que tenerlas claras, aparecerán. A ratos siento que esta convivencia fue de puro oro, molidito, y que los mexicanos recibimos a Peter refinado, muy refinado, yo diría Josefinado.
De las cosas que recuerdo más vívidamente, son algunos movimientos que hicimos con Peter, temprano en la mañana, después del fresquito calorcito. Una mañana nos paramos arraigados en el suelo y comenzamos a espirar, desde la planta del pie, sacando toda la “porquería”, que subía por piernas, panza, hasta llegar a pulmones. De ahí, seguimos sacando por boca y palmas de manos, sin saber siquiera qué sacábamos. Salió mucha “mengambrea” (término vernáculo para “lastre”). De ahí, empezamos a sentir el aire que salía de la tierra, ayudándonos con manos, desde abajo, aire que fue subiendo, subiendo, subiendo, luego con los ojos al cielo, igual nuestras manos. “La materia ya no puede subir”, nos dijo, “pero el espíritu sigue, hasta arriba…” En ese momento pareció que todo estaba suspendido, como si fuera una gran pausa. Luego, juntamos las manos, orando, y las fuimos juntando, como cuando rezan los niños el angelito de la guarda, y las bajamos. En ese momento, Peter solamente dijo: “Si, Señor, muchas gracias, Señor”. Entendí esa mañana mejor la TRANSPIRACIÓN. Otro día, tempranito, volamos, igual por aire que por agua, depende tú cómo crees. Otra mañana, solamente subimos un escalón, muy despacito, muy despacito. Peter nos dijo que a él le costaba ya hacerlo. Me enterneció su humildad. Por aquellos días, el día 15 de agosto, celebramos la asunción de la Virgen. Peter nos recordó que San José subió al cielo por escalera, peldaño por peldaño, también muy despacito, una hipocresía menos por cada escalón.
Otra mañanita, hicimos un círculo con los brazos extendidos, muy lentamente, primero para un lado, luego para el otro. Peter tenía los ojos en el cielo y sentí que realmente él estaba ya en otro lado, con Dios. Fue una sensación que tuve también cuando murió mi papá, cuando su cuerpo material estaba ahí, pero mi papá de a de veras, ya estaba en otro lado, también con Dios. Por cierto, volví a recordar a mi papá cuando ayudaba a Peter a ponerse la vestidura, antes de oficiar la misa diaria, al verlo anudarse el lazo que se pone en la cintura, con el nudo que él, Peter, hacía con tanta seguridad. Mi papá era médico y hacía nudos muy especiales.
Con el movimiento de cada mañana, después del fresquito calorcito, he ido entendiendo mejor la armonización de circulación, respiración y movimiento de corazón, simplemente al moverme. He recordado, también, que algunas de las veces que acompañaba a Peter a su cuarto, con la linterna, o sin la linterna, solamente por el gusto de hacerlo, él me decía “Cuesta, cada día cuesta más, porque pesa el cuerpo. Estoy muy feliz porque cada día pesa más”. Me dio tristecita oírlo, pero luego ya no, porque un día me dijo que eso era liberación.
Sé que hay muchas cosas más que se pueden contar, pero no es el caso, ya que todo es subjetivo. Cada uno tiene su experiencia y cada uno tendrá mucho que decir. Para mí esta convivencia fue intensa. Ahorita siento que es como esas pastillas de liberación prolongada que dan los médicos. No hay día en el que deje de pensar, sentir, recordar, aclarar lo que viví en el retiro. Cada palabra pesaba, cada palabra significaba algo para mí o para los demás. Se notaba en la cara. Creo que si le sigo, no acabo, y tampoco puede salir este escrito tan largo en el Boletín del Rincón. Sólo quiero terminar con algo que no dejo de repetirme cada día, a cada rato: tu fe te salva. Cada vez que me altero, distraigo (muy seguido, por cierto, pero lo he hecho ya consciente y regreso a uno), dudo, me preocupo o lo que sea, recuerdo que yo como araña en arañada, segura, confiada, que en piedra firme edifico mi iglesia y que ahí me quedo, muy segura, en esa capillita, poniendo atención en la pulsación del corazón y diciendo: sí, Señor. Si creo, respiro como Cristo, configurada (si no, respiro como máquina, ay no, mejor no) Ah, y para esto, también tengo que aceptar, aprobar, adaptar, conformarse y realizar: EFECTIVAMENTE.
Y ya para terminar, recuerdo que nos dijo Peter que sólo hay que realizar el Padre Nuestro. Así, nada más.
Un abrazo taichista, lleno de cariñito familiar.
Yolanda Villanueva
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Adviento es tiempo de esperanza.
“Nuestra vida ha des ser una vida de esperanza, pero también de dar esperanza al prójimo”
“Que el bienestar y la paz florezcan todos los días del año”