
“ES DIFÍCIL NO TEMER LO QUE OTROS TEMEN”, TAO TE KING, CAP XX
Escritos de: Andrés, Isabel y Maribel
Recuerdo haber leído esta frase en mis primeros enfrentamientos al Tao Te King. Cuando conocimos a Peter Yang, yo hacía años que lo había comprado para intentar descifrar ese halo de misterio que envolvía a lo oriental y que, ahora con la globalización, parece que ha perdido luminosidad y ejemplaridad. Tras los primeros cursillos de taichí, Peter empezó a leer en las charlas algunos capítulos del Tao y servían de base para la exposición posterior. Pero fue en los CIEN DÍAS de Majadahonda (Madrid-1992) donde se dedicaron las últimas horas del día a la lectura diaria de un capítulo y su breve explicación.
Posteriormente la lectura y explicación del Tao Te King fueron ocupando un puesto más central y amplio dentro de los cursillos y las charlas. Y fue durante esta segunda etapa cuando fuimos penetrando línea a línea, palabra a palabra los secretos del Tao Te King. Recuerdo que una vez, creo que fue en La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), le comenté la frase del título a Peter, esperando una aclaración suya. Me respondió afirmativamente y siguió explicando su tema como si fuera lo más normal del mundo y no nos hubiéramos dado cuenta. El caso es que esta frase ha ocupado buena parte de mis reflexiones y hoy, caprichosamente, ha vuelto a rondarme, aunque con la diferencia de que tengo un ordenador a mano y ganas de escribir.
人 之 所 畏, 不 可 不 畏
(ren) (zhi) (suo) (wei) (bu) (ke) (bu) (wei)
hombre de lo que temer no posible no temer
Es una frase curiosa, ya que por principios parece contraria al taoísmo y a Tao, y suena más a proverbio tradicional antiguo. Es interesante resaltar que un importante estudioso ya vio en ello motivo de problema interpretativo y la relacionó con textos de Confucio, proponiendo que su presencia se debía a motivos irónicos sobre las enseñanzas confucianas, de las que los taoístas solían mofarse a cada ocasión. También llama la atención las muy distintas formas en que esta frase ha sido traducida a otros idiomas. Como ya he dicho en otras ocasiones, la lengua china antigua no tenía signos de puntuación que separaran las distintas frases, párrafos o períodos. Y para diferenciar las frases según su entonación, utilizaban ciertos signos que lo matizaban. Estos signos podían convertir una frase en interrogativa, sin necesidad de marcadores de interrogación o en exclamativa o en retórica. Lo curioso es que a veces una misma partícula podía convertir una frase en cualquiera de las posibilidades anteriores. Por eso, a los que no somos estudiosos ni nativos chinos, ni avezados investigadores de la lengua se nos apoderan tantas dificultades y hacemos lo que buenamente podemos. Algo así ha pasado hasta ahora con este texto.
Para nosotros es evidente que habría una gran diferencia entre las siguientes frases, aunque sólo sea a nivel significativo:
1.- “Es difícil no temer lo que otros temen”
2.- “¿Debo temer lo que otros temen?”
3.- “No temeré lo que otros temen”
Y así hasta las treinta y tantas versiones consultadas, no sólo al español sino también a otros idiomas y por personas chinas de indudable valía. Creo que ante esta dificultad inicial del texto, debemos partir del contenido para ir aclarando la forma en que se presenta.
En esta frase se habla de la existencia del temor o miedo en el hombre y se señala la necesidad o no de sentir el mismo temor. Creo que desde la noche de los tiempos, el hombre ha sentido temor, infundado o no, pero lo ha sentido. Ha sentido temor por su pequeño papel en el mundo, por su insignificancia, por su debilidad, por su veleidad y por el poder de otras fuerzas, naturales o humanas superiores. Por eso, entiendo que el temor forma parte de nuestra circunstancia vital, es como una marca o un estigma que nos caracteriza, al igual que pasa en otras criaturas, como los distintos tipos de animales.
Para los taoístas se presenta de dos formas diferentes. Por una parte, el temor es inconsistente, no existe, es sólo una argucia mental de nuestra cabeza que obedece a efectos traidores de la memoria o a malas experiencias, nunca sometida a los efectos de la claridad y de la autenticidad. Para los taoístas el temor es algo inexistente y en nada deseable. Hay un capítulo donde destaca la idea de la imposibilidad de gobernar o tener poder sobre alguien, si éste no teme a la muerte. Y sin este temor a la muerte, no hay nada que se oponga a su libertad. Esta ausencia de temor a la muerte es consustancial del taoísmo y, dado que estamos en manos de la acción del Tao, cualquier cosa que Tao haga será la mejor posible y nuestro deber como taoístas será la de aceptarla y cumplirla hasta el final, sin temor y sin rechistar.
Es decir, la noción de temor es un concepto que no forma parte del universo taoísta ni de sus enseñanzas, con lo cual, esta frase efectivamente sería una ironía o una provocación filosófica para los confucianos.
Sin embargo, y por otra parte, en capítulos anteriores se habla de que el sabio –taoísta- es cuidadoso como si anduviera por encima de un río helado, etc… con lo cual de algún modo, el taoísmo potencia esa actitud de observación y de vigilancia, hasta tal punto que podríamos hablar de “prudencia”. La prudencia no es más que atención, cuidado, vigilancia. No porque podamos perder la vida o porque nos pueda pasar algo malo. Sería la atención con vistas a saber reaccionar adecuadamente a cada ocasión: no provocando respuestas incontroladas y no produciendo con nuestras acciones peores efectos de los ya generados. Esta prudencia no es temor: lo que tenga que pasar, ha de pasar. Es simplemente mesura, contención, distancia y saber hacer. Es no acción y es a la vez decisión. Es decir, si tuviéramos un poco de cordura, veríamos claramente: si otros temen estas cosas, yo –al menos- debería tener cuidado con ellas, para no caer en la trampa. Por otro lado se habla de la reacción ante ese temor, llamémosle genético, que pertenece a lo humano. Como hombre que soy, deberé temerlo, aunque sólo sea por simple prudencia. Si otros lo temen, ¿cómo no he temerlo yo que tengo menos experiencia, que poseo menos cualidades que otros a los que admiro, etc..?
Y finalmente, también está ese carácter marcadamente diferenciador de los taoístas, que jamás se dejan llevar por la actitud de la masa, sino que gracias a su capacidad, a su distancia de las cosas y a su claridad y realismo son capaces de dar el justo valor a todo. Por eso, ningún taoísta “temerá” las cosas que las demás personas temen: la pérdida económica, la pérdida de poder, la no consecución de los objetivos, etc… Y es en esa falta de temor y de influencia donde alcanzará su mayor premio: su libertad. Desde esta libertad será feliz en el mundo tal y como el Tao lo genera y conduce; desde esta libertad será actor principal en la mayor producción de la historia; desde esta libertad será el mejor y más firme aliado del Tao.
Y como taoísta ¿qué debo hacer? En primer lugar, deberé valorar si ese miedo es fundado o infundado, real o mental. Si es mental, entonces no deberé temerlo y mi comportamiento no variará ni un milímetro ante dicho temor. Si es un miedo real, que pone en peligro mi vida o que desencadena un horror mayor, entonces mi deber será evitarlo, ser prudente y evitar su cercanía y sus consecuencias. La diferencia entre un taoísta y un humano normal está en la claridad del enfoque y la decisión. El taoísta no temerá en ningún caso esos temores: tanto si son reales como si no lo son. Pero de los reales intentará guardarse por prudencia y de los infundados dejará que el tiempo y la luz aclaren su naturaleza irreal.
Pero ¿ese temor se refiere a todo o no? En principio no hay una frase sin contexto y esta frase se mueve en el contexto del conocimiento. “Quita la erudición y las vejaciones terminarán” es la frase que encabeza el capítulo y seguidamente añade: “¿Qué diferencia entre Ah y Oh? ¿Qué diferencia entre bien y mal?” Desde mi punto de vista, esta frase de la que hablamos es extrapolable a cada uno de los aspectos de nuestra vida y de nuestros temores. Pero quizás lo que el TTK nos quiere decir en este momento es que perseguimos el conocimiento porque eso significa poder, poder para conocer y poder para interpretar, poder para manejar y poder para controlar, poder para conseguir y poder para manipular. Poder, poder y poder. Y es en la ausencia de conocimiento, en la carencia de ese conocimiento racional en donde reside nuestro control, nuestra seguridad y, a la vez, es en este conocimiento que nunca es total, donde reside nuestra debilidad y nuestro temor. Por eso, el taoísta desprecia el conocimiento racional y busca dentro de él la fuente del conocimiento y la nutre a través de la observación y del silencio. Si no hay conocimiento no hay dualidad, ni diferenciación, ni desprecio, ni aprecio, ni nada. No hay temor, porque nadie nos puede quitar nada, ni podemos perder nada que pueda ser robado.
Bueno, pues llegado aquí, me gustaría resumir brevemente mi sentir: creo que esta frase es maravillosa y nos da igual si es interrogativa, negativa o exclamativa, ya que lo veamos por donde lo veamos, el resultado es siempre el mismo: prudencia y claridad sin temor.
Para terminar, ¿qué podemos hacer nosotros –como taoístas- ante esta lectura? ¿Cómo podemos aplicarla a nuestra vida diaria?
En primer lugar, buscando en nosotros mismos la fuente de nuestro conocimiento, de tal modo que nuestros miedos y excesos y sus causas se nos hagan evidentes. No hay miedo fuera de nosotros, fuera de nuestra cabeza.
En segundo lugar, actuando prudentemente ante cualquier situación, tanto si genera temor, como si no, porque en cualquier momento puede írsenos de las manos y provocar respuestas incontroladas y descontroladas por nuestra parte, fruto de nuestras inseguridades y debilidades.
En tercer lugar, rechazando el conocimiento que no venga de la observación y de nuestro sentir, evitando de ese modo la colocación de etiquetas a las cosas o a los actos, etiquetas que impiden que veamos la verdadera naturaleza de las cosas y que percibamos sus cambios y su realidad más profunda.
Por último, si los taoístas confían plenamente en el TAO, entonces no deberemos temer nada, porque en el TAO todo es orden y naturalidad y cualquier acción que responda REACTIVAMENTE a otra, no hará más que engrandecer la bola de nieve de las reacciones en cadena y provocará un mayor mal que el que se quiere evitar. Creo que no hay mejor modo de evitar el temor y de deshacerse de los mismos que la respiración y la confianza, confianza en el TAO y en nosotros mismos. Esto, aplicado a nuestra vida diaria, debería hacernos reconsiderar cada una de nuestras manías, tensiones y miedos. Creo que una actitud generosa, servicial, comedida y libre sería nuestra mejor contribución a una vida mejor y más bella, más plena y más auténtica.
Andrés Guerrero
Zaragoza, abril 2010
http://labrisaquesparcelasemilla.blogspot.com
http://elhilodeseda.blogspot.com
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Es necesario empezar al revés este capítulo para comprenderlo desde el corazón:
“…pero en lo que soy más diferente a los demás es en saber sustentarme de mi Madre”
El Taoísta vive enraizado en la Naturaleza, ella es la Madre.
No es con el entendimiento como se comprende el Tao, no es sabiendo sobre las cosas, sino sintiendo desde el corazón:
“Abandonad el saber y acabarán las preocupaciones”
Esto hace del taoísta alguien diferente y extraño, muchas veces marginal, porque no se alimenta de lo que la mayoría:
“sólo yo estoy desamparado como el que no tiene hogar al que volver,
Todo el mundo vive en la abundancia:
Sólo yo parezco no poseer nada.
¡Qué loco soy!
¡Qué mente más confusa tengo!
Todos son brillantes, ¡tan brillantes!
Sólo yo soy oscuro, ¡tan oscuro!
Sólo yo estoy callado, ¡tan callado!
Todos son agudos, ¡tan agudos!”
Él se alimenta de La Madre, de su instinto natural, y por lo tanto, aunque pudiera temer como el resto...su corazón sabe, y permanece fiel y callado, atento y refugiado en Ella.
Es decir, vive entre una mayoría con otros valores, y por lo tanto, ellos:
“saben y brillan”, “son listos y están seguros de sí mismos”
Solitario y raro (en el significado de poco común y por lo tanto diferente), conoce a La Madre y la sigue:
“suave como el océano,
Sin propósitos como las ráfagas del temporal.
Todo el mundo está encauzado en lo suyo,
sólo yo permanezco obstinado y marginal.
Todo el mundo está alegre…
Sólo yo permanezco tranquilo e impasible,
Sólo yo estoy desamparado…
Todo el mundo vive en la abundancia,
Sólo yo parezco no poseer nada…”
La Naturaleza moldea a las mismas piedras... nos va transformando: suaves, sin propósitos (wu-wei), marginales (peculiares, diferentes…no extravagantes o disidentes de nada), tranquilos e impasibles, desasidos (desamparados). En definitiva: desapegados.
Pues tu corazón sabe que lo natural es ser transitorio y caduco, y que por lo tanto no posees nada, y entonces el temor visceral a no querer perder lo que consideras tuyo, tus cosas, opiniones... gente, tu vida...va desapareciendo poco a poco.
La recompensa a este abandono es no temer lo que la mayoría teme.
¿Acaso he de temer lo que los demás temen?
(mi edición interroga en la versión de John C. H. Wu, cosa que agradezco)
Y aclara a continuación:
“¡Vaya tremendo sinsentido!”
Es decir, como humanos sentimos temor, pero si seguimos a la Madre del mundo nos mecemos confiadamente en sus brazos. Y no digamos ya si nos sentimos además cristianos...
Isabel Moreno
http://bellezadepandora.blogspot.com
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Ni por asomo se me habría ocurrido pensar en las posibilidades de esa frase del c. XX que tantas traducciones tiene. Andrés e Isabel ya han hecho una exposición muy certera de lo que significa.
Creo me voy a centrar un poco en la parte cristiana, que es como yo intento vivir y experimentar en la actualidad.
Para un cristiano tampoco existe el miedo, aunque… sí la prudencia. El miedo es mental, ya que no existe. En psicología dicen que hay muy pocos miedos reales: Miedo a un terremoto, en el momento que ocurre; miedo cuando te persigue un ladrón o quieren matarte;… lo demás son imaginarios. Hay miedos a lo desconocido, a lo que nos puede traer el fututo y no nos permite vivir el presente, que es lo único que tenemos.
En el Evangelio hay muchos capítulos y versículos que hablan del miedo y de la prudencia: “Ser sagaces y astutos como serpientes”; “no pensar en el pasado ni temer el futuro, ya que cada día nos trae su propio afán” (Mateo 6, 34); La tempestad en el lago y Jesús durmiendo en la barca, cuando llama a sus discípulos (a nosotros si tenemos miedo): “¡cobardes!” Y hace calmar al viento y tranquilizar al mar. (Mateo, 8). Etc.…
Si alguna vez tengo temor por alguna circunstancia, imagino la escena de Jesús durmiendo en la barca y vuelvo al “aquí - ahora” y el miedo desaparece.
Creo que el primer miedo que tiene el ser humano occidental es a la muerte. Los orientales no le dan tanta importancia. Deberíamos saber que somos eternos, que venimos del UNO y volvemos al UNO (el capitulo XL del Tao, nos lo define muy bien y de igual forma Juan en el capitulo I de su Evangelio).
También tenemos el “Temor de Dios”, es un temor a ofender a Dios o bien el hijo que teme ofender a sus padres porque les ama. San Pío de Pietrelcina decía: “El amor y el temor deben de estar unidos: El temor sin amor se vuelve cobardía; el amor sin temor, se transforma en presunción. Entonces uno pierde el rumbo”.
Jesús nos dice que no tenemos que tener miedo a quien mata el cuerpo, sino al espíritu y aquí hago esta reflexión que creo es la adecuada: Cuando la persona ha fundamentado su vida en el Amor de Dios, éste es el centro de su vida, y es inmortal. Por eso de todo lo que le pueda pasar de luchas y fracasos e incluso la muerte, nada ni nadie le puede robar el Amor enraizado en su corazón. Este Amor eterno es el gran regalo de Jesús resucitado a todos los hombres. Cristo, es el gran testimonio, lo crucificaron, lo mataron, pero nadie le quitó el Amor.
Maribel Bayona
http://rincondelacalma.blogspot.com