PUSTINIA COMPRENDIDA, VIDA ENMOSAICADA Altura,
marzo 2019
El libro
"Pustina, Espiritualidad rusa para el hombre occidental", cayó en
manos de Peter a principios de los 90. En la convivencia de los cien días de
Majadahonda estudiaron las páginas de la 62 a la 65. Hace poco Pilar compartió
con nosotros estas páginas y me han encantado porque, aunque había oído miles
de veces lo de la “vida enmosaicada”, la palabra pustinia no conseguía
comprenderla.
Transcribo
los párrafos que a mí personalmente me llamaron la atención:
El
pustinik es un labrador que cultiva su campo arrancando las malas hierbas.
Trabaja sin descanso para poder recoger toda la cosecha. Cuando esté bien
limpio, Dios podrá sembrar la buena semilla a su gusto. El pustinik se
esfuerza por hacer florecen el desierto. Este trabajo de limpieza y cultivo
constituye el papel esencial del pustinik. Tal compromiso comporta un gran
riesgo, porque se expone a la tristeza y la alegría. Se desposa con Cristo, y
por eso se desposa con las dos. (pag.62)
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Lo de estar
expuesto a la tristeza y la alegría me ha tocado personalmente por lo mucho que
puede desequilibrar andar entre esas dos polaridades. Nosotros cantamos nada
tristeza, nada alegría… aunque en realidad sólo queremos quedarnos con la
alegría. Cuesta aceptar las dos emociones tal como vienen y tendemos a
aferrarnos a una de ellas. Desde mi punto de vista cuando esto se experimenta
de forma consciente puede ser útil para sintonizar con las alegrías y las
tristezas de nuestro alrededor y desarrollar la empatía.
Una
de las causas principales de ese sentimiento de culpabilidad que nos hace
creer que estamos separados de la comunidad, se fundamenta en la idea
occidental de producción.
Los
sacerdotes que trabajan en parroquias, una de las cosas que pueden hacer es
sencillamente recorrer a pie su barrio y dejarse ver por la gente, haciéndose
presenta a todos. A veces tienen la impresión, si no hacen otra cosa, de que
están malgastando su vida Uno debe estar en paz, cuando no tiene otra cosa
que hacer más que estar y orar (pag.63)
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A veces veo
a mi alrededor y entre mis compañeros de trabajo que nos sentimos estresados,
esclavizados, atrapados en la rueda de la productividad y el individualismo. Me
he dado cuenta que no hay nadie que más presione, más esclavice y más estrese
que uno mismo, a pesar de que siempre tratamos de echar la culpa a cualquier
“no-yo” que pillemos. Es tan fácil engancharse a la energía emocional negativa
de los miedos, preocupaciones, enfados, tristezas...
Es
muy duro aprender a vivir en la pustinia como un idiota, sin "hacer
nada"... Para un hombre o una mujer de nuestro siglo tiene que resultar
sumamente duro contentarse con pasar a los ojos de los demás como un idiota
de Jesús. (pag.65)
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En mi caso,
aunque cada nueva situación laboral sigue produciéndome cierto estrés tengo la
sensación de que el período de adaptación, a pesar de ser igual de intenso, es
cada vez más corto. He observado que cada vez que empiezo en un nuevo sitio, la
inercia que tiene mi ego es a liarse con el mismo discurso del “no puedo, no sé,
no valgo”. Es difícil no compararse, no competir y respetar el propio ritmo. Espero
que con el tiempo esa reacción automática y dolorosa pueda convertirse en una
respuesta consciente que no me haga sufrir. Llegar a sentirme conforme conmigo
misma transmitiendo buenas vibraciones a mi alrededor y pasar por un idiota de
Jesús.
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Las
tertulias que tuvimos en la casita de Flor hubo estuvieron muy interesantes. Me
gustó una anécdota que contaron de aquella vez que a Peter le dio por preguntar
en una convivencia “¿Qué es la vida?” Claro, nadie acertaba. Pasó por allí un
niño al que le hizo la misma pregunta y éste, después de quedarse pensando, se
encogió de hombros y dijo “¡Vivir!”. Muy bien, muy bien - dijo Peter - La vida
no se puede explicar, solo experimentar.
También se
habló de que la diferencia entre un cuerpo inerte y uno con vida es el aire que
entra y sale, o sea, el movimiento. Me di cuenta de que tengo vida gracias a
que el aire o Espíritu penetra en mi cuerpo y éste no puede hacer otra cosa que
entregarse a Él.
Se habló de
que la Pustinia es el desierto, es el sabio que "no hace nada que no sea
necesario" (wu-wei), el ermitaño en medio de la plaza del pueblo. Tan sólo
paseando entre la gente e irradiando su paz interior tiene un efecto positivo
para la comunidad. Es la figura de monje urbano.
No tuve
ocasión de comentar la relación que yo encontraba entre la pustinia y el
hoponopono (arte milenario hawaiano de resolución de problemas basado en la
reconciliación y el perdón). Para mí en ambos casos se trata de limpiar los
ambientes a base de limpiar el propio corazón.
Ni que decir
tiene que la convivencia fue entrañable y las fricciones cada vez más suaves. Se
nota que vamos madurando, algunos floreciendo y otros fructificando. Mención
especial a la labor de la nueva socia colaboradora, siempre dispuesta a servir
aun en los perores momentos de caos.
Marisa
Lindas palabras. Vida es vivir, experimentar...menos pensar y analizar y más estar EN Ella.
ResponderEliminarTomo nota.
Isabel